La liturgia
del 6 naciones.
El torneo
de las seis naciones de rugby tiene algo, no sé cómo explicarlo, pero algo diferente
a cualquier otro partido o torneo de rugby. Es difícil contarlo, pero tiene
aquello que uno tiene que experimentar para poder saber de lo que hablo.
El mundial,
la Heineken cup, la liga francesa, etc., son unos torneos o competiciones
fantásticas, experiencias que a uno que le gusta el rugby puede vivirlas. Pero
el 6 naciones es distinto, podría decir que huele diferente. Desde la noche
anterior a un partido, la misma ciudad donde se juega el torneo ya se empieza
sentir algo extraño, uno comienza a percibir el ambiente, los aficionados que
llegan a la ciudad de los lugares más insospechados, y todos ellos con un único
objetivo, ver, disfrutar y vivir el rugby, y por supuesto beber cerveza con
gente que ama profundamente el rugby, gente que no la conoces y que quizás en
la vida volverás a verla.
El mismo
día del partido, cuando pones un pie en la calle ya percibes un olor distinto,
un no sé qué diferente. Empiezas a caminar por las calles de la ciudad que
acoge el encuentro, y el espectáculo es difícil de explicar, gente con las
camisetas de su selección, de su equipo compartiendo cerveza, experiencias y
vivencias en torno al rugby, aficionados que le preguntan a uno de donde es, en
que equipo juegas, en definitiva que le expliques cuál es tu relación con el
rugby, el afán de conocimiento en torno al rugby de todos es realmente
imposible de contar. Da igual de donde seas, de que equipo eres aficionado, lo
que quieren es compartir conversación.
Se ven grupos con camisetas de las selecciones que van a jugar hablando sobre
el partido, muchos de ellos se acaban de conocer en ese momento, y lo único que
les hace coincidir es el pub y su afición por este deporte. A la vez, te animan
a unirse a ellos.
A medida
que te acercas al estadio, todo ello se multiplica, sobre todo con el
nerviosismo del partido en sí, pero con el aumento de aficionados con la misma
idea RUGBY. En el estadio, cuando se
acerca el partido, la vivencia le deja a uno casi aturdido, quizá diría
extasiado, el modo en que llegan los equipos, como la gente se empieza a
mentalizar del encuentro, el buscar la localidad donde uno vera el partido, el
calentamiento, los himnos, el pateo de inicio, como conviven los aficionados de
los equipos, sin separación alguna, aun siendo de selecciones diferentes, como
dialogan a medida que avanza el partido de todo lo que ocurre en el encuentro.
No importa si la jugada es de mi equipo contrario, si ella es muy buena, no hay
inconveniente en reconocerlo a tu adversario de equipo, aunque compañero de
afición, en cierto momento, parece que todos son de los dos equipos y que los
espectadores son de un único equipo.
Vuelvo a
leer lo que he escrito, y tengo la sensación, que no se explicar todo lo que
uno vive en un partido de las 6 naciones,
como que no lo explico todo, que me dejo algo en el tintero, que no es
suficiente. Si o si, hay que vivir la experiencia de un partido de las 6
naciones, la liturgia de ver un equipo entrar en el estadio acompañado por un
cuerpo de gaiteros escoceses, o por una legión de “celtas irlandeses”, etc., es
inenarrable, ver a mucha gente llorar por esta sensación inexplicable, es algo
que un aficionado, insisto, si o si debe sentir.
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